Las metodologías activas buscan fomentar una visión práctica del aprendizaje. Aunque las diversas metodologías se solapan y sus límites parecen en ocasiones difusos, podemos hablar de tres tipos básicos:

Una de las herramientas esenciales de la educación actual es el uso del aprendizaje basado en proyectos (ABP). Ya sea de manera individual o cooperativa, este enfoque permite al alumnado aprender conocimientos nuevos con técnicas más activas, normalmente más manipulativas y, según la edad y el tipo de proyecto, hasta lúdicas. En la medida de lo posible se tratará de que los propios alumnos dirijan su aprendizaje mediante el diseño y elaboración de un proyecto final en cuyo desarrollo habrán teorizado, fallado y corregido, innovado y, en definitiva, aprendido.

El trabajo cooperativo entre compañeros de clase, o incluso entre alumnos de clases y niveles educativos diferentes, permite al alumnado aumentar su conocimiento de una materia al mismo tiempo que se desarrollan aptitudes personales y sociales tales como la capacidad de organización personal, la gestión del tiempo, el respeto a las opiniones ajenas, la capacidad de debatir y rebatir argumentos de manera educada y ordenada, la comunicación, búsqueda de objetivos comunes, gestión inteligente de recursos y un largo etcétera. Cada actividad realizada de manera cooperativa implica técnicas específicas adaptadas a la materia o a la edad específica del alumnado. Evidentemente no todas las actividades didácticas pueden, o deben, ser realizadas mediante trabajo cooperativo, y esta es una manera de trabajar en el desarrollo integral de nuestros alumnos.

En este tipo de metodología, que puede combinar a las dos anteriores, el resultado final es una labor o servicio de interés social o comunitario, de tal modo que los alumnos aprendan conocimientos y al mismo tiempo hagan un trabajo que sirva en beneficio del centro, del barrio, del medio ambiente, como colaboración con una ONG… en definitiva es una manera de aprender siendo útil a otros.